Según información obtenida de las bases de la revisión y actualización curricular (2016), la competencia ética y ciudadana tiene como finalidad desarrollar en los estudiantes la capacidad de relacionarse con otros de una manera respetuosa, justa y equitativa en los ámbitos: personal, social, e institucional. Así como también, individuos capaces de cuestionar de manera crítica las acciones que violenten los derechos humanos, los valores universales y los principios democráticos. La competencia ética y ciudadana se aborda a lo largo de los tres niveles de dominio de educación en la República Dominicana, dependiendo la etapa de desarrollo de los estudiantes. Para el Nivel Inicial, nivel de dominio uno; para el Primario, nivel de dominio dos y para el Secundario, nivel de dominio tres.
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domingo, 16 de abril de 2017
Según información obtenida de las bases de la revisión y actualización curricular (2016), la competencia ética y ciudadana tiene como finalidad desarrollar en los estudiantes la capacidad de relacionarse con otros de una manera respetuosa, justa y equitativa en los ámbitos: personal, social, e institucional. Así como también, individuos capaces de cuestionar de manera crítica las acciones que violenten los derechos humanos, los valores universales y los principios democráticos. La competencia ética y ciudadana se aborda a lo largo de los tres niveles de dominio de educación en la República Dominicana, dependiendo la etapa de desarrollo de los estudiantes. Para el Nivel Inicial, nivel de dominio uno; para el Primario, nivel de dominio dos y para el Secundario, nivel de dominio tres.
martes, 4 de abril de 2017
Cada
vez que inicia la primavera me lleno de regocijo, y esto lo manifiesto de todas
las formas posibles. Es que en la primavera de hace algunos años experimenté
uno de los acontecimientos más maravillosos de mi existencia. Para muchos, el
color rojo no se relaciona con esta estación, pero para mí, la primavera me
hace pensar en el rojo y el rojo me recuerda la primavera.
Hace
algunos años, en mi primera visita a Allentown, Pennsylvania, en compañía de
unos amigos decidimos salir durante el fin de semana a pasear en los
alrededores del hotel donde me hospedé. Visitamos algunas plazas comerciales,
contemplamos la naturaleza de aquel lugar hermoso que parecía un paraíso, nunca
he estado en el paraíso, pero me imagino que es muy parecido a aquel lugar. Era
un día propicio para caminar, ya que estaba soleado, pero el clima era fresco,
lo que nos permitía caminar mucho sin sentir fatiga.
Después
de visitar varios lugares por más de cinco horas, sentimos la necesidad de
comer algo, uno de los amigos, quien vive en el pueblo, dijo que nos iba a
llevar a comer la mejor hamburguesa del país, no sé si sería la mejor, pero
corroboro con mi amigo porque sí ha sido la más deliciosa que yo haya probado
en toda mi vida y, sobre todo, porque allí tuve la oportunidad de conocer la
persona que haría de la primavera mi estación favorita.
Cuando
llegamos al restaurante buscamos una mesa para cuatro y de inmediato se acercó
a nosotros una joven preciosa de origen oriental, muy amable, quien, mirándome
a los ojos, nos preguntó que cómo nos podía ayudar. Desde que vi esa mujer
quedé hipnotizado, había un brillo resplandeciente en sus ojos que no podría describir
con palabras. Mi corazón empezó a palpitar de una forma inusual, mis manos
comenzaron a sudar y se me hacía difícil articular las palabras. El amigo que
nos llevó al lugar dijo que nos diera unos minutos para decidir lo que íbamos a
ordenar, la joven nos respondió que no había problema.
—Parece
que alguien está enamorado —dijo otro de mis amigos.
—Si
fue por mí que lo dijiste —respondí—, te aseguro que sí.
Durante
el proceso de mirar el menú por unos minutos y decidir con mis panas lo que
íbamos a ordenar, mi corazón comenzó a latir de manera normal. Esto sucedió
hasta que la joven se nos acercó nuevamente, entonces reaparecieron los mismos
síntomas que sentí cuando la vi por primera vez y el amigo de la indirecta se quedó
mirándome fijamente con una sonrisa parecida a las de las miss universo.
La
joven tomó la orden de cada uno de mis compañeros sin hacer contacto visual con
ellos, cuando tomó la mía, no sé, percibí que sonreía, lo que me ponía más
nervioso, ella procuraba mirarme fijamente cada vez que hablaba.
Cuando
la chica se retiró, el amigo de la sonrisa de miss universo dijo:
—Parece
que la muchacha está enamorada del enamorado —todos reímos al unísono, por lo
gracioso de la expresión de nuestro amigo. Por otro lado, el compañero que
vivía en el pueblo dijo:
—No
está mal la mezcla de oriental con dominicano, suena interesante.
Después
de unos minutos, la joven regresó con nuestra orden. Yo, al igual que mis
compañeros, había ordenado una hamburguesa con papas y una soda de cola, claro,
todos ordenamos lo mismo acatando la recomendación del amigo que conocía el
lugar. En lo particular, me gustó todo del restaurante: el ambiente; la
decoración; la música, cómo podría olvidar a “Rolling in the deep” de Adele,
canción que sonaba en ese momento en el restaurante; también, me gustó la
réplica de la estatua de la libertad a la entrada del lugar y, sobre todo,
aquella muchacha de origen oriental que nos atendió.
Después
que finalizamos nuestras hamburguesas y de conversar por un rato, llamamos a la
joven que nos sirvió y pedimos la cuenta, yo no sabía qué hacer ni decir, lo
que sí estaba seguro era que debía decirle algo a la joven, pero mi timidez y
mis nervios no me permitieron decir otra cosa que: “thank you for your
service”.
Ella
nos respondió, mirándome fijamente a los ojos:
—De
nada.
Y
con un guiño, nos pidió que regresáramos pronto. Le respondí que sería más
pronto de lo que ella imaginaba.
Era
alrededor de las cuatro de la tarde cuando salimos del restaurante, mis amigos
me acompañaron hasta la habitación de mi hotel que estaba justamente enfrente
del restaurante. Me dijeron que, si quería, me pasarían a buscar en la noche
para ir a algún bar y tomarnos unos tragos, le respondí que no, porque me
sentía agotado e iba a dormir temprano, pero que sería una buena idea para el
día siguiente. En verdad no estaba tan cansado como les dije, pero tenía otro
plan para esa noche.
Cuando
mis amigos salieron de mi habitación, me recosté en la cama y cuando cerré mis
ojos vi a la hermosa chica asiática del restaurante con su mirada
resplandeciente y su sonrisa encantadora decirme con su dulce voz que
regresemos pronto. Con ella en mis pensamientos me quedé dormido por alrededor
de hora y media. Cuando desperté: me levanté, abrí las cortinas de la ventana y
pude ver que estaba oscureciendo, me dirigí al baño para ducharme y salir hacia
el restaurante para ver si era posible encontrar a la hermosa asiática e
intentar decirle algo.
Después
de la ducha, me vestí y me miré al espejo unas siete veces para asegurarme de
que me veía bien y que no tenía legañas en los ojos, ni nada en los dientes. Me
dirigí al restaurante y traté de relajarme, pero me imaginé que sería imposible
cuando la tuviera en frente. En varias ocasiones pensé regresar a la habitación
del hotel e intentarlo al día siguiente, pero cerraba los ojos y veía a la
chica de impresionante presencia con un guiño decirme que regresemos pronto,
entonces me arrepentía y seguía adelante.
Cuando
llegué al restaurante, mi corazón comenzó a latir del mismo modo que lo hacía
en el momento que lo abandoné unas horas antes, cuando fui a almorzar con mis
amigos. Entré y de inmediato mis ojos empezaron a explorar hacia todas las
direcciones en busca de la joven asiática de ojos resplandecientes y sonrisa
encantadora. Mis ojos buscaron, buscaron y no la encontraron. En ese momento sentí
desesperación y desilusión. Usando mi voz interna me reprochaba y me decía a mí
mismo que era un tonto, que no debí quedarme dormido. Repetía en mi mente:
“¿Por qué no regresaste de una vez?”
Decidí
sentarme, aunque en realidad no tenía hambre, mi hambre era de ver a aquella
joven que hizo que mi corazón latiera como nunca y que mi voz se tornara
estropajosa.
Minutos
después, escuché una melodiosa voz que me preguntaba que cómo me podía ayudar.
Levanté la cabeza y para mi sorpresa, mi corazón comenzó a latir rapidísimo al
ver la persona que tenía en frente. Era mi chica asiática, preparada para
partir, ya que había concluido su jornada de trabajo. Con su mirada más
resplandeciente que nunca y mucho más bella que como lucía en la tarde.
—¡Regresaste!
—dijo—, mi nombre es Akane, gusto en conocerte.
—Yo,
con mis manos sudorosas y temblorosas repliqué:
—Mi
nombre es Samuel, un honor y un placer enorme en conocerte.
De
inmediato le dije que quería invitarla a cenar y me dijo que sería otro día
porque ya lo había hecho. Entonces le dije que la invitaba a tomar un trago y
respondió que era abstemia. Me quedé pensativo un momento sin saber que decir y
ella me propuso que salgamos a caminar por los alrededores y le respondí que
era una buena idea.
Comenzamos
a conversar, ella mucho más extrovertida y locuaz que yo, rompió el hielo y me
preguntó sobre mi procedencia y le repliqué que era dominicano, me sorprendió
escuchar que no conocía la República Dominicana, por lo que tuve que decirle
que somos un país ubicado en el caribe y que compartimos una isla con otro país
llamado Haití. Para mantener la conversación, le pregunté sobre su procedencia
y me respondió que había nacido en los Estados Unidos, pero que sus padres eran
japoneses. También, me preguntó sobre el propósito de mi visita. Le repliqué
que estaba de vacaciones en Nueva York y que varios amigos decidimos juntarnos
en Allentown para el fin de semana, le especifiqué que solo estaría en el
pueblo por tres días.
—¿Dónde
estás hospedado? —me preguntó.
—En
el hotel que está justamente enfrente del restaurante.
—Tengo
frío —expresó— quiero tomar algo caliente.
—¿Qué
te gustaría tomar?
—Tengo
deseos de tomar café.
—Elige
el sitio —repliqué— porque tú sabes más que yo donde están los lugares en el
pueblo. Mi cuerpo sintió un calor indescriptible, tanto así, que empecé a
sudar, a pesar de lo fría que estaba la noche cuando me pidió que vayamos a mi
hotel a tomar el café. Con mi voz entrecortada le dije:
—Va...
vamos. Confieso que quería teletransportarme.
Cuando
llegamos al hotel, nos sentamos en el área donde sirven el desayuno y le serví
del café 24/7 que el sitio tiene disponible para sus huéspedes. Le dije que iba
a hacer una excepción al tomar café a esa hora. Ella me comentó que no tenía
hora para tomar café. Charlamos alrededor de media hora y luego sujeté sus dos
manos, las besé, una después de la otra. Luego la miré fijamente y le confesé
lo que sentía cuando ella estaba a mi lado. Ella me dijo que no permite que extraños
se le acerquen, pero que en mi caso fue diferente. Me preguntó que si creía en
el destino. Yo le respondí que no sabía si creía o no porque nunca había
pensado sobre ello.
Akane
manifestó que sintió lo mismo que yo, refiriéndose al nerviosismo y la
taquicardia que experimenté cuando la vi por primera vez. Según ella, se debía
al destino. Me explicó que todas las personas tienen una pareja ideal, con la
cual se está atada con un hilo rojo que en Japón le llaman el hilo rojo del
destino. Me miró fijamente a los ojos y me dijo que cuando me vio en el
restaurante, su corazón le dio la señal de que yo era esa persona, por eso fue
que se comportó de esa manera cuando estaba a mi lado.
Akane
me preguntó que si yo creía en lo que me acababa de explicar. Le repliqué que
tenía lógica y me agradaba escucharlo. Volví a sujetar sus dos manos suavemente
y a besarlas. En ese momento me sentí como en las nubes. La miré fijamente y me
acerqué para besarla. Ella cerró sus ojos y se preparó para recibir mis labios
que, con ternura tocaron los suyos. No podía creer lo que estaba sucediendo. Solté
sus manos y con mis dedos acaricié su pelo de seda. Luego le susurré al oído:
—Vamos
a mi habitación.
—Vamos
—me respondió con sus ojos cerrados aún.
Me
puse de pie y sujetando su mano derecha, la ayudé a pararse. Nos dirigimos a mi
habitación. En la trayectoria, mi corazón comenzó a latir mucho más fuerte.
Cuando llegamos a nuestro destino, nos dimos un beso apasionado y nos miramos
fijamente, de manera espontánea, como si estuviéramos conectados. Una sonrisa
nos brotó del alma. Tengo todavía grabada en mi memoria aquella sonrisa, ese rostro
que dibuja un hoyuelo en cada mejilla.
Akane
me dijo que le gustaría permanecer así por la eternidad y yo le respondí en un
tono de voz, como si fuera un secreto:
—Y
yo, mi amor.
Después
cerramos los ojos y nos besamos nuevamente, la apreté fuerte, la senté en la
cama y desvestí sus pies, sentí el calorcito de ellos y los besé una y otra
vez, la puse de pie nuevamente y comencé a desvestirla lentamente. Ella, a su
vez, hacía lo mismo con mi camisa y mi camiseta. La senté en la cama otra vez y
procedí a remover sus pantalones. Ella desabrochó mi correa y me ayudó a quitar
los míos. Después la tendí sobre la cama, me acosté sobre ella y nos besamos
apasionadamente. Me inspiró a besarla por completo: su cabello, su frente, sus
ojos, sus mejillas, su cuello, su pecho, su vientre, sus manos, sus axilas, sus
pies, sus piernas y permanecí en medio de ellas hasta que el volcán hizo
erupción. Me fascinó convertirme en el pez que Juan Luis Guerra hace referencia
en burbujas de amor. Luego la amé con frenesí, hasta quedar agotado, tanto así
que cuando desperté eran las 10:11 de la mañana, alguien tocaba la puerta de la
habitación. Yo estaba desnudo y solo, Akane se había marchado, pero dejó una
nota en la mesita de noche que decía:
Adiós
mi pareja ideal. Espero que te haya gustado lo que vivimos anoche. Te pido que
nunca rompas el hilo rojo que nos une. No estaré en el restaurante hoy porque
es mi día libre. Espero que nos volvamos a ver algún día y si no es así,
sintámonos satisfechos porque al menos fuimos amantes.
Atentamente;
Akane
Me
puse de pie, envolví mi toalla al cuerpo y abrí la puerta a mis amigos, quienes
me pasaron a buscar para llevarme a conocer algunos lugares del pueblo. Al día
siguiente, el autobús que me llevaría de vuelta a Nueva York, me recogía
temprano en la mañana y ya no vería más a mi Akane, aquella japonesa que había
resultado ser mi pareja ideal y con quien estaría atado por el hilo rojo del
destino.
domingo, 2 de abril de 2017
When I was an eleven-year-old boy, many people used to
ask me why I had panic to ride a bike, in fact, I had an idea, but I was too
young to understand that a single event could bring about endless inevitable
fears and phobias that only maturity would be able to help you overcome.
Riding a bike, one of the most
remarkable phobias I used to have in my life, began on January 6 in 1988, when
I was only eight years old. This specific day in January is very special for
kids in the Dominican Republic because we celebrate children’s day. At that
time, we celebrated it totally differently from now: children used to invade
the streets with their toys and spent the whole day running up and down the
paved jungle. I don’t forget the kids with their dolls, toy weapons, Rubik
cubes and bikes taking over the streets. Parents, on the sidewalks, looked like
watchdogs taking care of their puppies.
Up to that day, owning a bike had
been one of my biggest desires, my mother was always against the idea of buying
a bicycle for her kids, and she would say that it was too dangerous for us
because there was a lot of traffic in the neighborhood. My father, reacting to
my pressure, decided to surprise me, and bought me a beautiful silver Aerocycle
with blue tires and covers, it was the perfect one, the bike that I had always
dreamed about. In the Dominican Republic, parents used to buy the presents for
children’s day the day before, and hid them for the day after, of course if it
was a bike, like mine, it could not have been hidden because it was
a big present.
I remember, the day before
children’s day, I could not sleep, I just repeated in my mind “I wish it was
tomorrow”. I got up a couple of times at midnight with the only purpose of
touching my brand-new vehicle. I do not deny that I thought once or twice that
it was a dream. The day after, I got up earlier than usual, took a shower,
brushed my teeth, got dressed and waited until 8:00 am to go out and enjoy my
super bike; I was ready for bike riding the whole day. I thought that I would
not have to pay 25 cents for a bike rental anymore. At that time, it was quite
common to learn how to ride a bike in a rented bicycle; of course it was the
way I had learned. I will never forget that my mother made breakfast, but I did
not pay attention, who would think about food on such a special day?
Before I went out, my mother told
me that I was allowed to ride my bike only near the house, I obeyed, but only
during the first two hours, then I got bored, and decided to go a little
further, a couple of minutes later I would recognize that it was an
unmistakable mistake, despite the redundancy. I moved a block further than I
was asked, then two, and made a right, went straight ahead, made another right,
and after that another until I arrived in Juan Erazo Street. I was so self-confident
with my riding skills that got to compare myself with Sean Kelly.
Some minutes later, I woke up with an indescribable pain in
my whole body. A cripple man who worked at a grocery store was slapping my
face. A lot of people were surrounding me, I remember a chubby woman say, “this
boy has to be taken to the hospital”. I had been hit by a silver 1986 Toyota
Corolla car, coincidentally a silver color car, like my ineffable brand-new
bike. For about three or four years, I could not ride a bike because I
thought the same would happen to me again. I developed an irrational fear for
riding bikes. During the process of becoming a teenager, I started to be
more careless. Many of the fears I had up to that moment I started to face
them, to show my friends that I was courageous and strong, in fact I tried to
hide all my phobias because I wanted to be accepted in the group. Not only was
I able to ride a bike again, but also to do dangerous things with my friends’
bike like riding on one wheel or with my hands without touching the rudder.