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jueves, 2 de julio de 2020




Autodestrucción por libre albedrío

“Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable”. Voltaire

He estado observando y aprendiendo sobre la tendencia al fanatismo que tenemos los seres humanos y cómo esta nos degrada a tal punto que, si no reaccionamos a tiempo, nos convertimos en instrumentos para que malvados y desquiciados logren sus propósitos. Poco a poco nos vamos autodestruyendo por libre albedrio porque el fanatismo siempre está relacionado a alguna causa y esta causa predicada por líderes que pretenden manejar a otros como si fueran marionetas.   

Las personas por naturaleza buscan líderes para que los guíen en diferentes ámbitos: en el laboral, en el religioso, en el político, en el musical, etc. Muchas personas aprovechan esta debilidad humana y adoctrinan a aquellos que son débiles o con alguna condición especial. Según Hoffer (1982), las personas más propensas para ser adoctrinados son los nuevos pobres, los inadaptados, los egoístas y los pecadores. la principal consigna es el cambio.

El trabajo de adoctrinamiento se concretiza a través de entusiasmar a este tipo de personas quienes luego son capaces de hacer y decir cualquier cosa, por ejemplo, he observado en el ámbito político que la propuesta de algunos líderes se limita a una consigna. Sin embargo, los fanáticos se han creado una ilusión de todo lo que va a ser diferente cuando esos líderes alcancen la posición. Cuando fulano llegue… la educación y la salud serán diferente. Sus líderes no les han explicado en concreto lo que van a hacer, ni lo harán nunca porque no lo consideran necesario, casi siempre no tienen planes u obedecen a ciertos intereses cuya intención es mantener las cosas como están.

El fanático casi nunca tiene conciencia del grado de fanatismo que posee. Existen tres características en un fanático: la primera es que suele tener una ferviente fe irracional en una causa, está lleno de odio y es intolerante al extremo. Por  tal razón, si en el contexto que estamos viviendo sientes que tu candidato es una especie de Semidiós, el más moral, el más ético, el mejor intencionado y tú ni siquiera te has molestado en investigarlo, son síntomas de fanatismo. Puede ser que tu candidato esté aplicando las siguientes leyes del libro las 48 leyes del poder de Robert Greene:  la número 3 que dice, “Disimule sus intenciones”; la número 4, “Diga siempre menos de lo necesario”; la número 11, “Haga que la gente dependa de usted” o la número 12, “Para desarmar a su víctima (usted), utilice la franqueza y la generosidad de forma selectiva”.

Si estás colocando memes y mensajes en las redes sociales fomentando el odio hacia los candidatos que compiten contra el tuyo, que según tú obnubilada mente es un tronco de moralidad, entonces estás dando positivo al fanatismo.

Si estás pensando que tus familiares, amigos y vecinos son unos ignorantes porque simpatizan por un candidato que no es el tuyo, que están equivocados, que no tienen conciencia y que no saben nada de política, entonces, hermano, hermana… el fanatismo ha gangrenado su cerebro y la enfermedad es casi incurable. Usted se está autodestruyendo por libre albedrío.