Competencia de Desarrollo Personal y Espiritual
“Ama a las personas y no a las cosas. Usa las cosas y no
a las personas.”
Spencer W. Kimball.
En el
paradigma de la educación con enfoque de competencias, la meta esencial es la
formación de personas integrales, capaces de aplicar los saberes adquiridos a través de procedimientos idóneos en los diversos contextos en los
que se les requiera para la resolución de cualquier problemática, sin dejar de lado los principios éticos que contribuyan con la convivencia y el
bien común. Ser competente, según Tobón (2010) implica saber ser, saber hacer y
saber conocer. La concreción de estos tres saberes es precisamente lo que los
expertos llaman desarrollo integral de los seres humanos. Una de las 7
competencias fundamentales del currículo dominicano es la de desarrollo
personal y espiritual. Esta está relacionada al desarrollo del saber ser.
De
acuerdo con información obtenida de las Bases de la Revisión y Actualización
Curricular (2016), la competencia de desarrollo personal y espiritual es
aquella que permite a la persona valorarse a sí misma y a los demás, equilibrar
sus propias necesidades, deseos y proyectos con los de sus pares y abrirse a la
trascendencia. El desarrollo de esta competencia produce autosatisfacción en el
plano personal y buena convivencia en el plano social. Conforme con lo planteado
por Tobón (2010), “la sociedad es una estructura compleja de grupos e
individuos, que se mantiene unida por una maraña de relaciones sociales.” Por
tal razón, las personas competentes en el ámbito personal y espiritual logran
ser felices sin la necesidad de imponer su proyecto de vida a los demás y ser
tolerantes sin dejar de ser ellos o ellas mismas.
Para el
dominio de la competencia de desarrollo personal y espiritual, las personas
deben desarrollar una autoimagen equilibrada y una sana autoestima. Esto
implica que el individuo conozca su cuerpo y valore los cambios que este
experimenta. Nuestras niñas, adolescentes y jóvenes están muy influenciadas por
modelos que promueven el patrón de belleza de senos y nalgas grandes, de uñas,
cabello y pestañas postizas. Esta situación se ha convertido en una cultura y
no es más que el reflejo de un proceso de domesticación en el que se evidencia
la pobre valoración de si mismas. Otro elemento para el desarrollo de una
autoimagen equilibrada y una sana autoestima es que la persona conozca sus
fortalezas, sus talentos y limitaciones. Una de las responsabilidades que tiene
la escuela secundaria, en la que los adolescentes inician un proceso de desarrollo
del nivel tres de dominio de las competencias fundamentales, es ayudar a los
alumnos a construir su proyecto de vida, lo que implica la realización de un análisis
crítico de sus potencialidades y limitaciones.
En ese
mismo orden, para el desarrollo del saber ser, las personas deben tener la
capacidad de identificar y expresar sus emociones y sentimientos. Este es uno
de los retos que tienen los educadores con sus estudiantes. La educación formal
dominicana tiene de frente a la educación informal que de manera creciente está
imponiendo la cultura del tener y no del ser. Sus promotores apuestan a una
cultura del silencio en la que las personas no logran objetivar la realidad y
conocerla de forma crítica, es más bien, mantener a la población en el tipo de
conciencia que Paulo Freire llamó “semiintransitiva.” Una persona con una sana autoestima es capaz
de expresar sus emociones y sentimientos sin temor a que le afecte la opinión
de los demás. Conoce su valor como ser humano y no permite que nadie violente
su dignidad.
Otro
elemento que se debe tomar en cuenta para el desarrollo de una autoimagen
equilibrada y una sana autoestima es lograr que los estudiantes aprendan a
emitir juicios de valor de sí mismos, a partir de sus fortalezas, debilidades e
historia personal. Una equilibrada autoimagen implica evitar convertirse en
narcisista. Se debe desarrollar una autovaloración positiva, no obstante, el
desarrollo personal significa visualizarse como ser humano, lo que quiere decir
que se es imperfecto, con limitaciones, que se cometen errores y se aprende de
ellos.
Además
de lo antes mencionado, para el desarrollo de la competencia de desarrollo
personal y espiritual, las personas aprenden a establecer relaciones
constructivas y colaborativas. Significa
que se debe poner en práctica la comprensión, la compasión, la valoración de la
dignidad y la sensibilidad a las necesidades de los demás. También se debe
evitar el dogmatismo. Una de las características de las personas que no han
desarrollado la competencia de desarrollo personal y espiritual es que son
cerradas a las opiniones y críticas de los demás. Es una buena idea la
formación sobre la base de la apertura a las críticas constructivas bien
intencionadas que no laceren la dignidad de la persona. Que no es lo mismo sucumbir a las
manipulaciones maliciosas y presiones de grupo. Muchos jóvenes caen en los
brazos de la drogadicción, el alcoholismo y la hookah por presiones de grupos.
Se ha constituido en cultura, la diversión tóxica, esto se debe en gran medida
a la ausencia del desarrollo de una conciencia crítica.
Un
sujeto crítico según Freire (1987) tiene la capacidad de visualizar la realidad
de su entorno, analizarla y no adaptarse a ella sino transformarla. La cultura de la diversión tóxica nos dice que
no se ha desarrollado una conciencia crítica.
Los jóvenes deberían tener como norte la libertad en todos los sentidos,
convertirse en un toxicomaníaco es una especie de esclavitud que trae como
consecuencia pérdida del autocontrol.
Otro
componente de la competencia de desarrollo personal y espiritual es lograr que
la persona descubra su ser en relación con la trascendencia. Los individuos crean conciencia y cultivan su
dimensión espiritual. También son capaces de reflexionar sobre su ser interior,
acerca de la coherencia de lo que siente, piensa, dice y hace. Además, Tolera y
respeta las creencias de los demás, así como también reconoce y se documenta sobre
los aportes de las religiones al desarrollo del ser en la humanidad como
propiciador del bien común y la trascendencia.
Y como
último componente de la competencia de desarrollo personal y esperitual obtenido de las Bases de la Revisión y Actualización Curricular
(2016) está el logro de la creación de la cultura en las personas de proyectar
su futuro y misión en la vida con autonomía, realismo y optimismo. Una de las
principales aspiraciones humanas es la felicidad y la plenitud. Con la
conciencia de que, sin felicidad, no hay sensación de plenitud, por ende, hacer
cultura del fomento de una actitud positiva y propositiva ayuda al dominio de
la competencia de desarrollo personal y espiritual. Las personas aprenden a
conocerse a sí mismos y buscar las estrategias para alcanzar sus metas y para
contribuir a la transformación de su realidad.
Para el
dominio de la competencia de desarrollo personal y espiritual se debe crear la
cultura del ser y desmontar la del tener. En el diseño curricular dominicano,
esta competencia es una de las grandes intenciones, es responsabilidad de todos
que esto vaya más allá de una gran intención y no muera y permanezca en el
papel, es imperativo que se haga verbo. Los responsables de la educación
informal (medios masivos de comunicación, tales como: la radio, la internet, la
televisión, el cine, el teatro, entre otros) deben actuar en consonancia con la
educación formal. El desarrollo del ser debe verse en los aportes de la
literatura, de la música, de la publicidad, del teatro, del cine y de las artes
plásticas. En las escuelas, debemos someternos a un estudio, análisis y
reflexión constante que nos permita cada día lograr la coherencia interna entre
lo que dice el currículo y nuestra práctica pedagógica. Como educadores tenemos la obligación de
predicar con el ejemplo. Debemos dar señales de que estamos en un proceso
permanente de desarrollo del ser para poder introducir a nuestros estudiantes
en esa dinámica. Dice Greene (2017)
que el cerebro es un músculo que si no se ejercita se atrofia. Lo mismo sucede
con el desarrollo del ser. Este es como si fuera un músculo, si no se pone en
práctica no se desarrolla. Para ser humano hay que aprender a saber ser.